La función de los limpiadores, es básicamente la de remover sebo, sudor y suciedad ( además de los restos de otros cosméticos). El gran desafío a la hora de diseñarlos, es lograr todo esto, sin dañar en el camino la barrera protectora natural de la piel.
En este sentido, los principales factores a tener en cuenta son:
✔️ Elección del SURFACTANTE: Este es el factor más importante. Esta es la sustancia que actúa activamente removiendo la suciedad para que sea arrastrada por el agua. Por eso, va a ser el determinante tanto de la eficacia como de la suavidad del limpiador. Los surfactantes, se clasifican de acuerdo a su carga eléctrica. Los 𝙣𝙤 𝙞ó𝙣𝙞𝙘𝙤𝙨 (no poseen carga electrica), son los más gentiles de todos ( y los más caros). Los más conocidos del grupo son los POLIGLUCÓSIDOS ( Lauryl glucósido, Decil Glucósido y Coco Glucósido). Todos son #biodegradables ( “gentil con tu piel, gentil con el planeta”, te suena?😉 )
✔️ pH: Esto mide, a grandes rasgos que tan ácida es una sustancia, en una escala que va de 0 a 14. El 7 es un pH neutro, todo lo que esté por debajo es ácido, y todo lo que esté por encima es alcalino ( lo opuesto a ácido). El #pHdelapiel, es de alrededor de 5, en cambio el pH de los jabones comunes, suele ser muy superior ( cercano a 9), lo cual los hace muy irritantes. El pH ideal de un limpiador debería estar entre 5 y 7 (se sabe que las pieles muy secas o sensibles se benefician aún más, de los valores más bajos).
✔️Hidratación: La adición de sustancias que atraen agua, como Glicerina o Glicerol compensa de cierta manera, la pérdida que genera la limpieza, y suma suavidad.
✔️ Incorporación de ÁCIDOS GRASOS: La incorporación de estos a través de aceites ( de almendras, de jojoba, etc) en los limpiadores, actuaría “compitiendo” con los ácidos grasos protectores de la piel (que se verían menos afectados por el surfactante), y a su vez, reponiendo los arrastrados con el lavado.
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