Mucho se escucha y lee sobre este tema, pero ¿sabés en realidad a qué nos referimos cuándo
hablamos de barrera cutánea?
Antes que nada, tenemos que saber que la piel está constituida por tres grandes «capas»: La más
profunda, llamada HIPODERMIS, (conformada principalmente por células grasas); la intermedia llamada DERMIS (la más vascularizada y por lo tanto rica en agua) y la más superficial, llamada EPIDERMIS.
Ésta última, es a la que nos solemos referir cuando hablamos de «barrera cutánea», ya que su principal función es evitar la pérdida de agua ( que constituye alrededor del 70% de todo lo que somos), y la entrada de microorganismos y sustancias alergénicas (entre muchísimas otras funciones).
De hecho, la EPIDERMIS, también está compuesta por varias filas de células llamadas queratinocitos, que a medida que migran a la superficie, van «madurando», y despegandose entre sí, formando así los diferentes «estratos». El último de estos estratos, se denomina «estrato córneo» y sus células, «corneocitos» ( por la forma que adquieren los queratinocitos en esta ubicación).
Durante este proceso increíble de «autorenovación» constante, los queratinocitos van formando, a partir de la «degradación» de su propia estructura, la sustancia «intercelular» que los rodea, formada predominantemente por lípidos (acidos grasos, colesterol y ceramidas). A su vez, contienen en su interior, sustancias hidrofílicas (que atraen agua), denominadas en conjunto «Factor Natural de Humectación» ( NMF del inglés «Natural Moisturizing Factor»).
Para graficar esta estructura tan compleja, se usa mucho en dermatología la analogía de esta capa, con una pared de «ladrillos y cemento», en la que los ladrillos corresponderian a los queratinocitos, y el cemento a los lípidos intercalados entre ellos.
La impermeabilidad «relativa» de esta barrera, es fundamentalmente atribuible a su porción lipídica (a pesar de que esta represente sólo 15% del peso seco del estrato córneo). Aunque para que su correcto funcionamiento, toda la «maquinaria» debe funcionar adecuadamente y de manera coordinada.
Por último, se sabe actualmente, que los millones de bacterias y microbios que viven habitualmente en la piel ( llamados en conjunto «Microbioma»), son vitales para el correcto funcionamiento de la misma, y podríamos graficarlos como el «tejado» de esta pared de «cemento y ladrillos». Sin embargo, mucho queda por conocer sobre este tema.
Entonces, ahora sí, ¿ cómo sabemos si nuestra barrera cutánea está dañada»?
Los síntomas más frecuentes están relacionados al aumento de la pérdida de agua transepidérmica, ya que como explicamos, una de las principales funciones de la barrera es justamente, retener la humedad. Cuando esta se altera, lo primero que notaremos es: piel tirante, con escamas, opaca y posteriormente, enrojecimiento y ardor, resultantes de la inflamación consecuente.
¿Qué hacer ante esta situación? Primero lógicamente recurrir a un profesional para determinar las causas de este desequilibrio, que pueden ser infinitas (desde enfermedades de la piel como dermatitis,rosácea, acné, y un largo etc, hasta el uso inadecuado de productos cosméticos).
En el mientras tanto, mantener una rutina minimalista, que conste de limpiadores suaves (no más de 2 veces al día), y cremas humectantes- idealmente diseñadas para pieles secas y/o sensibles-. Muchas veces esto sólo basta para reestablecer el equilibrio.
.
.
.
.
Si llegaste hasta acá, GRACIAS por tu interés, proponenos el próximo tema abajo =)